El equipo de Jorge Luna se despidió muy temprano de la Copa Perú. Un presupuesto millonario donde un jugador titular ganaba más de mil soles por partido.
Contra todo pronóstico y sin la parafernalia de los favoritos, el Club Deportivo Lurinchincha sigue escribiendo su propia historia en la etapa distrital de la Copa Perú. Esta vez, desde la humilde campiña de Chincha Baja, logró una gesta memorable: eliminar al invicto y mediático Domingo Dianderas, uno de los grandes favoritos al título.
Luego de haber dejado fuera al último campeón distrital, Juventud Balconcito, la semana pasada, Lurinchincha demostró que no fue casualidad. Con temple, garra y un fútbol táctico, venció 1-0 a Dianderas en un duelo intenso y vibrante.
EL PARTIDO. El encuentro fue de ida y vuelta. Dianderas intentó imponer su estilo desde el primer minuto, hilvanando su juego con los hábiles Chacaliaza, Piscoya y Lévano, mientras que Soldevilla batallaba cada balón aéreo. Pero se toparon con un equipo aguerrido, tácticamente ordenado y con una convicción férrea.
Desde la seguridad del arquero Carpio, figura indiscutible del partido, hasta la solidez de los defensores Altamirano, Pinedo y Osco, Lurinchincha supo resistir y golpear en el momento justo. En el mediocampo, el experimentado “Vinifan” Altamirano, junto a Palacios y Antón, lograron neutralizar a los creativos de Dianderas y generar espacios para el velocista Zambrano.
EL GOL DE LA HAZAÑA. El único tanto del partido llegó tras un córner a favor de Dianderas. La defensa de Lurinchincha rechazó con firmeza y nació el contragolpe soñado. Zambrano, desde antes de la mitad de la cancha, prendió la moto, se llevó a tres rivales y definió con clase ante la salida del portero Cock. Golazo, y silencio total en la tribuna de Dianderas. Euforia en la de Lurinchincha, donde familiares y vecinos celebraban con el alma.
UN FINAL DE PELÍCULA. El partido se tornó más caliente cuando fueron expulsados «Vinifan» Altamirano y Paiva por acciones fuera de lugar. A pesar de quedarse con nueve hombres tras otra expulsión de Altamirano en defensa, el conjunto de la campiña supo sostener su ventaja con orden y coraje, resistiendo hasta el pitazo final.
MÁS QUE FÚTBOL. Lurinchincha es hoy el reflejo de que el fútbol no siempre lo ganan los que más tienen, sino los que más creen. Sin cámaras, sin seguidores en masa, sin grandes presupuestos, pero con corazón, unión y mucha humildad, este equipo ha puesto en alto a la campiña de Chincha Baja.
Mientras escribo estas líneas, no puedo evitar recordar las palabras de mi padre, quien solía decir: «Lurinchincha siempre le hace buenos partidos a los bravos de la provincia.» Hoy, esas palabras se vuelven realidad.
Lo que venga después es una incógnita. Pero algo está claro: estos muchachos lo dejarán todo en la cancha y su hinchada, esa que viene desde la tierra fértil y luchadora, estará ahí para alentarlos hasta el último aliento. La campiña vuelve a soñar. Y esta vez, sueña en grande.
